Corrían malos tiempos, tiempos difíciles para una dama de dieciséis años con todas las decisiones importantes de su vida tomadas por su padre.
-señorita Clidfford, es la hora de levantarse, su padre dice que es suficiente-abrí los ojos lentamente acomodando mis ojos a la claridad que entraba a través de los cristales
-¿tan tarde es Gabriella?
-tan sólo las nueve y media señorita, pero el señor dice que la quiere preparada dentro de veinte minutos en el despacho-salí de la cama y fui tras el biombo donde Gabriella me ayudaba a vestirme, una vez aseada como una señorita de buena familia debía hacerlo me presenté en el despacho.
-buenos días padre-dije al verlo sentado en su despacho como era habitual
-buenos días hija-dijo mirándome- hoy es el gran día
-¿el gran día padre?-dije mirándolo incrédula
- claro Elizabeth, hoy por fin conocerás a tu prometido, y no quiero protestas
-pero padre ni siquiera lo conozco
-he dicho nada de protestas, además, no hace falta que tu conozcas a nadie, es voluntad mía que lo veas antes de la boda-dijo mi padre molesto- y ahora por favor, sal y dejame trabajar-me retiré sin decir una palabra más y me fui a la sala de lectura, donde pasaba las horas
-¿señorita está bien?-dijo Gabriella asomando la cabeza en la sala
-pase Gabriella-dije mirandola
-no me llame de usted señorita
-no me llame señorita, es como una madre para mi
-pasa tan rápido el tiempo señorita, apenas parece que fue ayer cuando empezaba a caminar de un lado para otro de la casa
-como añoro aquellos tiempos Gabriella-dije bajando la mirada- ¿a usted la obligaron a casarse?
-bueno, no es lo mismo señorita
-claro que es lo mismo, a mi no parece que seamos distintas sólo por el dinero que mi padre tiene ¿cual es la respuesta a mi pregunta?
- bueno señorita, no es que me obligasen, aunque claro está que siempre el padre es el que tiene la última palabra
-¿y estaba enamorada cuando se casó?
-claro que si, al igual que ahora
- a si es como debe ser Gabriella... no me quiero casar, ni siquiera conozco al que se supone que tiene que ser mi marido
-eso no puede cambiarse, su padre ha dado su palabra
-si... pero es que a mi padre no le importan mis sentimientos ¿cómo voy a quererle si nunca lo he visto?
-son tiempos difíciles, pero no se preocupe por eso, lo que tenga que pasar pasará
-¿cree que al final no me casaré?-pregunté esperanzada
- no lo sé señorita, solo sé que debe cumplir la palabra de su padre-dijo ella- con su permiso me retiro-se fue y yo suspiré…casarme… no lo podía creer… me levanté y salí de casa a los establos, iba a ver a mi caballo… bueno… yegua.., reí al recordar el nombre que le puse cuando me la regalaron hace 12 años, yo apenas tenía cuatro años y mi yegua era un pequeño potro, “Piruleta”, así le puse a mi yegua. Mandé ensillar mi yegua y subí a su lomo, cabalgando hacia mi pequeña libertad temporal.
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Aqui os dejo el primer cap de la nueva historia, espero que os guste :) comentad plis! besos, cuidaros
Me ha gustado mucho :) Pobrecita, su padre deberia entenderla aunque claro, en aquella epoca eso era normal
ResponderEliminarPublica pronto locaa
te quiero
esta buena aly sube pronto en todos tus blogs porfis
ResponderEliminarMe Gusto Mucho La Historia
ResponderEliminarTienes Una gran Imaginación.
Publica Pronto Porfis.